Lo bajaron de la montaña envuelto en una manta, todavía consciente. Algunos lo vieron pasar así, sostenido por los brazos de sus compañeros, mientras el bombardeo seguía cayendo en la noche cerrada. Habían pasado dos días de ataques continuos en las posiciones del Regimiento 7 y recién lograban replegarse cuando una explosión lo alcanzó entre la noche del 13 y la madrugada del 14 de junio. Raymundo Fernando Terminiello, que estaba a unos treinta o cuarenta metros en otro pozo, recuerda la escena con una precisión dolorosa: Rolando decía que no sentía las piernas, que no iba a poder jugar al fútbol nunca más. Después vino el descenso por la ladera, el camión improvisado como ambulancia, el hospital de Puerto Argentino, la operación, el papel film con el que intentaban contener las heridas, y finalmente el traslado al ARA Almirante Irízar. Allí, el enfermero conscripto Javier Corvalán se quedó a su lado casi sin despegarse. Rolando murió en el barco el 16 de junio de 1982, luego de la rendición. Tenía diecinueve años…